
Miguel de
Unamuno
Ahora
3 de julio de
1936
Antes, y como
para hacer boca -mejor, oído-, vaya un racimito, a modo
de pequeños botones de muestra, de frutos de la tan
cacareada revolución.
Pasa por la plaza una muchachita acompañada de un
familiar, cuando un zángano mocetón se divierte en
hacerle una mamola. El familiar se vuelve a reprenderle,
el mocetón se insolenta y el otro arrecia en la
reprensión. Y entonces, ante el grupo de curiosos que se
arremolina ¿qué se le ocurre al zángano? Pues ponerse a
gritar: "¡Fascista! ¡Fascista!" Y esto basta para que el
reprensor tenga que escabullirse, no fuera que le
aporrearan los bárbaros.
Otro día, en un rincón de una calle, sorprende un
guardia municipal a otro mozallón haciendo necesidades;
se le acerca, no a multarlo, según piden las Ordenanzas,
no, sino a llamarle la atención, y el necesitado, al
verle venir se yergue y le espeta un "¡Que soy del
Frente Popular!"
Otra vez un matrimonio joven, en gira de turismo, entra
en una iglesia, sin gente entonces, y a poco, husmeando
no se sabe qué, entran tres chiquillos como de diez a
doce años, y exclama uno, alzando el puño: "¡Maldito sea
Dios!", y el otro: "Hay que darle unas hostias". Y como
estos tres sucesos recogidos aquí, muchos más de la
misma laya.
Y no se hable de ideología, que no hay tal. No es sino
barbarie, zafiedad, suciedad, malos instintos, y lo que
es -para mí, al menos- peor, estupidez, estupidez,
estupidez. De ignorancia no se habla. He tenido ocasión
de hablar con pobres chicos que se dicen
revolucionarios, marxistas, comunistas, lo que sea, y
cuando, cogidos uno a uno, fuera del rebaño, les he
reprochado, han acabado por decirme: "Tiene usted razón,
don Miguel; pero, ¿qué quiere usted que hagamos?". Daba
pena oírles en confesión. Pero luego se tragan un papel
antihigiénico en que sacian sus groseros apetitos y
ganas ciertos pequeños burgueses que se las dan de
bolcheviques y de lo que hacen servil ganapanería
populachera. Tragaldabas que reservan ruedas de molino
soviético para hacer comulgar con ellas a los papanatas
que les leen. ¿Papanatas? Otra cosa. Que así como se
leen los clandestinos libritos pornográficos para
excitarse estímulos carnales, así se leen estas soflamas
para excitarse otros instintos. La doctrina es lo de
menos.
Estos, en los bajos fondos. ¿Y más arriba? Recuerdo que
después de que aquellas Constituyentes, de nefasta
memoria -Dios nos perdone-, votaron -el que esto escribe
no lo votó ni asistió a aquellas sesiones- aquel
artículo 26, en que se incluyó mucho evidentemente
injusto, como se lo reprochara yo a uno de los
prohombres revolucionarios, hubo de decirme: "Sí, es
injusto; pero aquí no se trata de injusticia sino de
política". Y me dio a entender que cierta injusta medida
persecutoria se daba para proteger a los perseguidos
contra otras persecuciones populares en caso de no tomar
la medida. Que es como si un tribunal de justicia
dijese: "Le hemos condenado a muerte porque si no la
turba le saca de la cárcel y le lincha". Curioso
argumento que no deja de aplicarse.
La política no puede confundirse con la justicia. Es la
razón de Estado; la tiranía, mucho peor cuando es lo que
llaman democrática que cuando es regia o imperial. Y
tampoco debe confundirse con la economía, o sea, con el
bienestar. Celebraba el prohombre una comida con otros
hombres de pro, y como se hablara de la ruina de la
economía nacional, de cómo se iba a arruinar al país con
ciertas medidas, hubo de decir aquel que la política no
debía guiarse por postulados económicos y que un pueblo
no ha de arredrarse de una política de nivelación social
porque ello le empobrezca y arruine. Y dos de los amigos
-y consejeros- del prohombre salieron diciéndose uno al
otro: "¡Nos equivocamos!" Y tanto como se equivocaron.
Equivocación que empiezan muchos a reconocer.
Cada vez que oigo que hay que republicanizar algo me
pongo a temblar esperando alguna estupidez inmensa. No
injusticia, no, sino estupidez. Alguna estupidez
auténtica, y esencial, y sustancial, y posterior al 14
de abril. Porque el 14 de abril no lo produjeron
semejantes estupideces. Entonces los más de los que
votaron la República ni sabían lo que es ella, ni sabían
lo que iba a ser "esta" República. ¡Que si lo hubieran
sabido...!
Iba a terminar estas notas al vuelo diciendo algo del
propuesto Gobierno nacional republicano. Pero no puedo
hacerlo. Y no puedo hacerlo porque empiezo a no saber ya
qué es eso de nacional, y cuanto más tratan de
explicármelo menos lo sé. Y en cuanto a lo de
republicano, hace ya cinco años que cada vez sé menos lo
que quiere decir. Antes sabía que no sabía yo qué quiere
decir eso; pero ahora sé más, y es que tampoco lo saben
los que más de ello hablan. Y como no se que pueda ser
eso de Gobierno nacional republicano, me abstengo de
opinar sobre él.-
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